Hupecol ya inició con los daños
De pie, al frente de un mapa en el que estaban resaltadas las 30.887 hectáreas licenciadas a la empresa Hupecol, Iregui les dijo a los periodistas que allí no existen vías de acceso: “Son vías carreteables, la mayoría son de tercera generación, lo que podemos llamar caminos veredales, no son vías que tengan la capacidad para el tránsito de vehículos normales, y menos de los equipos que se usan para una actividad de esa naturaleza”.
“¿Por qué hago esa precisión?”, continuó Iregui, “porque en el momento en que estamos hoy podemos decir que es una isla. No hay vías de acceso. El que quiera acceder allí, y si ellos quieren trabajar en la exploración ahí, tendrían que ingresar de forma helicoportada”.
La escena no podía ajustarse más al realismo mágico. Un funcionario tratando de explicar que otorgó una polémica licencia para explotar petróleo en un sitio al que sólo se puede llegar en helicóptero. Si sólo se puede llegar en helicóptero, ¿cómo van a sacar el petróleo? ¿Por qué autorizar la explotación de unos pozos sin saber las afectaciones que tendría el oleoducto o la carretera necesaria para sacarlos de allí, un ecosistema frágil y de gran importancia biológica? La misma agencia ambiental no ha aclarado ese punto.
Curiosamente, desde hace cuatro años mientras avanzaba la exploración en busca de petróleo de empresas como Hupecol en la serranía La Macarena, avanzaba también la construcción de una carretera ilegal que une los municipios de La Macarena con San José del Guaviare.
“Ordenaron deforestar 80 metros a lado y lado de la vía y nadie les ha podido poner tatequieto. Están acabando con nacederos de agua, con árboles de achapo, yopo y macano, que forman parte de un bosque primario. Es un atentado contra la selva”, repetía hace unas semanas un poblador en los micrófonos de la emisora Marandúa Stéreo. Los habitantes de esta región del país han sido testigos directos del avance de buldóceres y motosierras. La construcción de esa carretera exige una licencia ambiental. Las fotografías de la zona demuestran que es un trámite que a nadie le ha importado.
La especulación con el precio de la tierra alrededor de la carretera no se ha hecho esperar. Una hectárea de terreno, que podía costar $1 millón, hoy se cotiza a $15 millones. Una fuente cercana a este periódico, que recorrió recientemente la zona para explorar qué ocurría, constató las quemas, la tala de árboles, la forma amplia que va tomando la vía. “Lo otro que vimos es que hay presencia institucional. Las alcaldías y la misma Gobernación del Guaviare están haciendo mejoramientos de la vía con su maquinaria”, contó.
Sin querer, el mismo presidente de Ecopetrol, Juan Carlos Echeverry, dio una pista más del plan económico que parece estar tejiéndose para la región. El jueves, en un foro que tuvo lugar en el Museo Nacional en Bogotá, comentó: “Con la paz esperaríamos tener la posibilidad de entrar a Caquetá más fuerte, a Putumayo mucho más fuerte, a Arauca mucho más fuerte, a Catatumbo más fuerte”.
También explicó a su auditorio que donde ya hay instalaciones petroleras sería “inmensamente rentable” el nuevo petróleo. En el caso de La Macarena, para hacer rentable la inversión, una posibilidad es construir una vía que atraviese el Parque Nacional de La Macarena y el Parque Nacional Tinigua. Hasta ahora esa estrategia ha tenido férrea oposición dentro del mismo Gobierno. Y por ahora está descartada. La otra opción es conectarse con la carretera ilegal, los carrotanques llegarían hasta San José del Guaviare y una vez ahí estarían a tan sólo cinco horas de Villavicencio, por una vía perfectamente pavimentada. Quedaría conectada “la isla” de la que habló Iregui con los principales oleoductos del país.
Será cuestión de tiempo para que se aclare el misterio de la carretera ilegal del Amazonas. Será cuestión de revisar qué transportarán los camiones que la atraviesen.