Una generación triste, con fotos felices
Por: Brayan Rodríguez.
Las redes sociales, como una herramienta mediadora en nuestras vidas personales, han penetrado tanto en la cotidianidad del ser humano, hasta el punto de mantener un margen de lo que queremos que los demás vean en nosotros.
El aparentar o ser una persona superficial, es, hoy en día, una de las características que han limitado la libre expresión por parte de la humanidad; vivimos enfrascados en una ideología en la que es más importante la opinión del otro, al mismo bienestar propio.
Es una competencia cotidiana, monótona, por llamar la atención en una humanidad que cada día se vuelve más egoísta con su prójimo.
¿Entonces por qué darle tanta prioridad a los demás?
Se han establecido estereotipos que sobrepasan los estándares sociales; ese afán de llamar la atención, que todo el mundo sepa de mi existencia, ha inferido en convertirse en un títere el cual la sociedad quita y pone, ¿dónde queda nuestra identidad? ¿En qué momento todo tuvo que volverse público? ¿Por qué vivir aparentando a través de redes sociales una imagen que no es la nuestra?
Somos conscientes de que las épocas han cambiado y que las generaciones se han visto envueltas en nuevos marcos de lenguaje, pero la pregunta es: ¿a qué precio?
La aceptación a través de redes sociales se volvió una terapia para llenar vacíos.
¿Desde cuándo la cantidad de likes o seguidores han generado la felicidad de una persona? O estamos exageradando y ¿la generación de hoy en dia sufre de una baja autoestima?
El fingir o aparentar una personalidad a través de canales tecnológicos, cada vez nos aleja más de ser libres. Podremos mentirle a todo el mundo… pero nunca podremos mentirnos a nosotros mismos.